El movimiento feminista chileno ha tenido un lugar crucial en la búsqueda de nuevas formas de convivencia democrática durante los últimos años: el mayo feminista de 2018, la revuelta de 2019 y los llamados a huelga feminista en los últimos 8 de marzo, abren las calles, las ciudades y los territorios, a los cuerpos y voces inesperadas que denuncian la desigualdad y la violencia que marca la vida de las mujeres y de la sociedad en general.
La fuerza de este movimiento se arraiga, sin duda, en la precarización de las condiciones económicas, culturales y políticas que determinan la dimensión cotidiana y estructural del mundo social pero, al mismo tiempo, se sitúa en la matriz de una historia colectiva que se ha trazado desde hace más de un siglo, en Chile y en el resto del mundo.
En nuestro país, esa historia está inscrita en la huella de tradiciones heterogéneas: desde las mujeres del norte que, en el marco de los movimientos mineros instalan prácticas reflexivas que recorren las faenas olvidadas del desierto, hasta los periódicos obreros del puerto y los clubes de lectura de las intelectuales de fines del 1800 e inicios del 1900, observamos la gestación de una identidad múltiple que, hasta hoy, no cesa de reinventarse.
A pesar de esa heterogeneidad en la historia y la identidad, el surco trazado por el quehacer feminista tiene un lugar claro en la disputa por la construcción democrática, que se pone especialmente de relieve en nuestra historia reciente a partir del Golpe de Estado del 73. En ese marco, una cuestión particularmente significativa en la disputa por la reconstrucción democrática, es aquella por la cual las feministas se hacen parte de un movimiento ciudadano amplio y diverso, pero integrando la cuestión de la desigualdad y el autoritarismo como elementos clave que persistirán, hasta el día de hoy, en una nueva concepción sobre la política.
La conmemoración de los 50 años del golpe militar coincide con el aniversario de los 40 años de La Morada, organización feminista que surge en plena dictadura y que sostiene, a lo largo de las décadas, la vocación democrática de su fundación y el espíritu de pluralidad que reconoce como propio de la historia feminista.
En este contexto, La Morada quiere contribuir a la construcción de una memoria colectiva de la relación entre feminismo y democracia desde la recuperación de los archivos, materiales, palabras y acciones que han trazado la forma y las coordenadas de este diálogo, a través de la puesta en común de testimonios, conversaciones y escrituras de la producción de estos 40 años de acción y reflexión emancipadora.
Comunicado de Corporación La Morada
