El antisemitismo ha afectado a muchas personas en nuestro país en el marco del actual conflicto en Medio Oriente. Una expresión de esto ocurrió en la casa central de la Universidad de Chile, donde se expuso un mensaje que no puede sino considerarse un agravio a la rectora Rosa Devés. Ello, tanto por su calidad de primera mujer que lidera la más antigua casa de estudios superiores del país, como por su distinguida trayectoria académica.
Resulta imprescindible plantear a quienes participan de la movilización que abandonen los mensajes denigratorios. El derecho internacional de los derechos humanos hace presente a los Estados que es necesario prohibir los discursos contra personas o grupos en razón de raza, religión u origen nacional. La discriminación y los discursos de odio no sólo se materializan en documentos, también en imágenes cuyo poder puede ser tanto o más corrosivo que la palabra.
El libre debate de ideas debe desarrollarse a partir de ciertas características. Es esencial que entre ellas figure considerar inadmisibles los mensajes que defiendan, promuevan o inciten al odio y la intolerancia. O, peor aún, que aprueben, justifiquen o defiendan actos que constituyan genocidio o crímenes de lesa humanidad. Este tipo de contenidos se aparta de la discusión que necesita una sociedad que busca el progreso y el bienestar de las personas. No puede haber excepciones para rechazar estas conductas.
Manifiesto mi apoyo y solidaridad a la rectora de la Universidad de Chile, que ahora ha sido víctima de estos ataques. También, insisto en la necesidad de que las movilizaciones no rebasen los parámetros propios de una sociedad que necesita de la amistad cívica y el fortalecimiento de las confianzas. El Informe Anual 2022 del INDH ya planteó la necesidad de una ley que fortalezca las medidas de no discriminación y enfrente los discursos de odio y la intolerancia religiosa.