El 24 de junio fue declarado como el Día Nacional de los Pueblos Indígenas de Chile a través del Decreto Supremo Nº 158-1, el 24 de junio de 1998, considerando que en esta fecha la cosmovisión de los pueblos originarios contempla rituales y ceremonias espirituales de renovación y purificación correspondientes a un año nuevo o nuevo ciclo de la vida ligado a la naturaleza que renace o se renueva.
La fiesta del Año Nuevo o fiesta del Dios Sol, se llama We Tripantu, Machaq Mara, Inti Raymi, Aringa Ora o Koro y Likan Antai, en la lengua o etnia Mapuche, Aimara, Quechua, Rapa-Nui y Atacameña respectivamente.
El sentido del nuevo año
Para muchos pueblos esta festividad se inicia con el solsticio de invierno en que el sol volverá a acercarse a la tierra para dar lugar al tiempo de la nueva siembra y nuevos brotes. Es la renovación de la naturaleza.
Este acontecimiento se festeja con diversos ritos, ceremonias y encuentros familiares, entre el 21 de junio y el 24 de junio de cada año.
REBELION MAPUCHE
Llegó la espada por caminos inciertos
y nacieron cruces de cielos e infiernos.
La floresta lloró millares de muertos
que recibió con temporales de inviernos.
Ocultaron el genocidio Araucano
diseminado por turbulentos hombres
que nunca lo miraron como su hermano
dentro de sus templos de sagrados nombres.
Con aceites sucios su frente lavaron,
vistiéndolo con mortajas de la greda
y con inciensos de lágrimas sellaron
el sepulcro de sus imborrables penas.
Con su sangre coronaron el prestigio
de una guerra criminal y castellana,
justificando dominios con litigios
unilaterales de su raza hispana.
La muerte lo introdujo en su limbo cruel
para iluminar los cuerpos flagelados
y mutilados en guerras sin cuartel,
en nombre de Monarcas Santificados.
Con sudarios destrozados por el hierro
de arcabuces y de filosas espadas,
bajó mudo al lecho de su propio entierro,
llevando el dolor a su última morada.
Tristes, inmensamente fríos y solos,
y pisadas por la herradura animal
quedaron las huesas Mapuches como olas
de muerte, causada en forma criminal.
La Fauna lloró también millares de ellos,
detestados por el hombre acorazado.
Los volvió semillas en sus propios lechos
brotando Toquis de arrojos impensados.
Nacieron entre miles de conciencias vivas
los clamores de justicia y libertad.
Y crecieron como riadas sorprendidas
guerreros de coraje en la inmensidad.
Cayeron como palpitantes cascadas
sobre la tierra. Sus doradas semillas
germinando Loncos con inesperadas
fuerzas para doblegar los de Castilla.
Los mantos de la muerte los esperaban
con gargantas rugiendo rebeldes gritos.
Sus arcos, tripas españolas tensaban,
y flechas cruzaban los pechos malditos.
Con la magia de los sagrados canelos
del tronco débil, pequeño, casi inerte,
nacieron toquis bajo valientes suelos
entre lluvias llenas de vida y de muerte.
Las vertientes y ríos de plata nueva
refulgieron en cascadas sobre el monte
y copihues llenaron de primavera
la tierra generosa, de sur a norte,
de cordillera a mar y de Luna a Sol.
Y un cántaro de cielo virgen vertió
en los mantos esmeraldas del Ñielol,
la sangre del Toqui que no se rindió.
Libertad
Se levantó el mapuche con su lanza
manchada de sangre azul española,
mezclándola con trozos de casacas,
yelmos, corazas y osamentas plomas.
Regresan derrotados a sus fuertes
para armarse con cañones y espadas,
comenzando ataques de fuego y muerte.
Muertes clavadas en cruces paganas.
Fuego a campos, bosques y dignas rucas,
“En nombre de su Santísimo Dios”.
Buscaban tesoros para sus urnas
repletas de aljófares, plata y oro.
Se levantó el araucano invencible
para hacerse más dueño de su tierra.
Rasgó con diez mil zarpazos de tigre
el pecho hispano y su coraza nueva.
Tres siglos le negó su potestad
luchando con pie seguro y descalzo.
Traspasó con orgullo y libertad
las coronas pulidas del hispano,
las brumas otoñales de los campos,
los bosques de quilas impenetrables,
los pehuenes, canelos y avellanos.
Voló con aletear de las aves.
Trepó volcanes por cumbres andinas.
Navegó en lagos de eternos misterios.
Emergió un grito entre gargantas tibias
traspasando las fronteras en asedios.
Tocó montes, playas selvas y mar.
Se detuvo en el cielo del Arauco.
Creció como estampida universal
entre pumas, huemules y guanacos.
Prosiguió de norte a sur incansable,
invisible, sigiloso, sereno,
alerta, victorioso y aplastante.
Y más fuerte que sus lejanos reinos.
Se hizo lamento fúnebre y temido
entre los intrusos usurpadores.
Atacó con las fuerzas de un felino
los pechos tapizados de blasones.
Irrigó con la sangre generosa
el deseo guerrero hecho pan libre.
Tan libre, como polen de la flora.
Tan únicos como flor de copihues.
Agitó las campanas de los templos.
Humilló sotanas del shamán blanco.
Resopló sobre los gélidos vientos.
Silenció los rezos morocristianos.
Cercenó las cabezas empolvadas.
Siguió por caminos inesperados.
Sobre lomos de las veloces maras.
Entre flecos de sus dolidos mantos.
No pudieron callarlo. ¡Libertad!
¡Libertad!, era el canto libre…, libre
como riadas corriendo hacia el mar.
Libre entre boldos, canelos y lingues.
Aún suenan en Arauco y Temuco
el golpe inconfundible de la chueca,
los chillido de libertad del brujo,
golpeando porras sobre una testa.
El grito ¡libertad!.. ¡Libre el Arauco!
Le revienta los oídos al huinca.
Le taladra sus sentidos gastados
con infames leyes expansionistas.
Con ponchos mapudungun le tapona
los azules cristales de su cara.
Le lastima su nobleza orgullosa
escudada en calzones de hojalata.
Libertad por el gran Caupolicán,
Lautaro, Colo Colo, Pelantaro
Tucapel, Galvarino y Lincoyán.
Los Caciques y Toquis del Arauco.
¡Regresa a tus palacios Huinca tregua!
¡No pises el Arauco nunca más!
¡El mapuche es el dueño de su tierra!
Libertad es su orgullo…¡Libertad…!